La mejor crónica de Santos García Catalán con fotografías de Natalia Calvo
No podían amar a su mujer, pues sólo podían casarse con la que el amo le señalase para que heredase de sus padres el arriendo de la casería; no podía amar a sus hijos, pues sólo uno de ellos, el elegido por el propietario, recibiría el usufructo de la heredad quedando los demás a proletarizarse en las minas o en las fábricas; no podían amar a sus padres, que eran arrinconados como un estorbo, una vez que el heredero contrae matrimonio y se hace cargo del cultivo de las tierras.